¿Quién decide cómo escribir la oralidad mixe? – Ana Sagi-Vela González

La escrituración de las lenguas amerindias constituye una de las estrategias con mayor peso de la planificación lingüística para tratar de subvertir la desigualdad funcional de estas lenguas respecto a las lenguas hegemónicas con las que comparten territorio, impuestas durante la colonización, y contribuir así a su revitalización en una situación de seria amenaza para su sobrevivencia. Con este propósito, a partir de los años setenta, se ha venido trabajando desde diferentes espacios institucionales e indigenistas en el diseño de una norma estándar para la representación gráfica de las lenguas de tradición oral. Si la estandarización busca ampliar las funciones de las lenguas de los pueblos originarios, hasta ahora circunscritas al ámbito de la oralidad, y con ello elevar su estatus (al margen de los cuestionamientos que pueda originar la consecución de tal disposición), el proceso de normalización requiere, en primer lugar, consensuar un alfabeto unificado que permita escribir cualquier variedad dialectal de la lengua y cuente con la suficiente aceptación por parte de los hablantes para que se use.

En el artículo “El mixe escrito y el espejismo del buen alfabeto”, publicado en el número 71 de la Revista de Llengua i Dret, Journal of Language and Law, se describe esta primera fase del proceso de sistematización de una lengua mexicana en particular —el mixe o ayuuk, hablado por más de cien mil personas en el estado de Oaxaca—, poniendo en evidencia cómo los criterios elegidos en la adopción de las grafías se basan en razones ideológicas y confirmando, a su vez, la naturaleza política y no lingüística de la estandarización, también cuando la realizan los propios hablantes “desde abajo” (bottom-up policies).

Las razones que explican las desavenencias entre los protagonistas del proceso de sistematización de la lengua mixe se exponen por medio del testimonio de los actores sociales involucrados en la elección del sistema de grafías, representantes de las diversas instituciones educativas y religiosas y de las organizaciones mixes activas en la región. La existencia de dos posiciones predominantes encontradas que no parecen converger —aquella abanderada por la organización mixe de mayor calado en la difusión de la escritura (Servicios del Pueblo Mixe) y la que sostienen un grupo de etnolingüistas mixes, algunos maestros bilingües y los salesianos implicados en el proyecto— impide, tras cuarenta años de trabajo en paralelo y en determinados momentos conjunto, la definición de un alfabeto unificado con el que escribir la lengua mixe y con el que todos sus hablantes se identifiquen. En general, la discusión se centra en la adopción o el rechazo de determinadas grafías: mientras que entre los primeros prima el criterio de autonomía en la decisión (rechazo de las grafías de la lengua impuesta), los segundos dan prioridad a la labor pedagógica (aprovechamiento del conocimiento del alfabeto del español en la nueva escritura). Si bien los motivos esgrimidos se justifican principalmente a través de argumentos lingüísticos (eliminación de los signos superfluos atendiendo al principio de la economía del lenguaje) o prácticas (inclusión de los alófonos para facilitar el aprendizaje a las personas ya alfabetizadas en español), el estudio demuestra que estos responden en mayor medida a las relaciones de poder entre los diversos grupos confrontados, cuyos miembros tratan de imponer su propuesta de alfabeto y no ofrecen ninguna concesión en cuanto a las letras controvertidas.

A pesar de que los esfuerzos de ambas facciones se encaminan a lograr una norma escrita común, la motivación y los objetivos de sus proyectos se inscriben en dos contextos diferentes. Los miembros de Servicios del Pueblo Mixe contemplan la estandarización gráfica como parte de un proyecto educativo global de revalorización étnica, en el cual la apropiación de la escritura se entiende como arma de combate contra la asimilación lingüística. Por su parte, la mayoría de los maestros y demás profesionales de las instituciones educativas desarrollan su trabajo en un marco institucional y la unificación del alfabeto es un requisito para conducir la alfabetización obligatoria en lengua indígena que el Estado mexicano implementa a raíz de la reciente Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (2003).

Entretanto, cada uno de los grupos interesados, en su labor de alfabetización en lengua mixe, pone en práctica su propuesta de alfabeto y, aun cuando la ausencia de un acuerdo no ha limitado la producción de textos, perpetúa la coexistencia de grafías diferentes para representar los mismos sonidos, al igual que sucedía antes de que los hablantes mixes comenzaran a participar en el proceso de escrituración de su lengua, cuando las iglesias evangélicas, sobre todo, detentaban el monopolio de la escritura en lenguas indígenas.

Como evidencian los estudios sobre planificación lingüística, la adopción de un alfabeto normativo que represente la variedad dialectal de la lengua no implica mayor problema desde el punto de vista técnico. Los obstáculos aparecen en referencia al uso social del alfabeto, lo que significa la aceptación de la norma por parte de los hablantes. Es así que la implantación o imposición de un sistema de escritura se convierte en una cuestión de índole ideológica que los lingüistas no pueden solventar. El interés del estudio radica, entonces, en la consideración del discurso de los propios interesados, los hablantes —quienes por primera vez llevan a cabo la investigación de la lengua en el mismo contexto en el que se usa—, para el análisis de los factores que inciden en la aceptación social de una innovación, puesto que toda planificación del corpus de una lengua exige conocer las opiniones y voluntades de sus usuarios. En este sentido, se apunta cómo una posible solución para normativizar la expresión escrita en lengua mixe conlleva la voluntad de los hablantes por superar tales diferencias. La aceptación de la norma y la consolidación de la escritura, en definitiva, solo depende de los propios mixes. El estudio de la estandarización de una lengua en un contexto sociolingüístico particular resulta relevante para la evaluación de la eficacia y el alcance de la planificación lingüística en situaciones similares. Asimismo, el seguimiento del proceso de sistematización de la lengua mixe —cuya primera fase se aborda en este artículo como parte de un estudio más amplio sobre las implicaciones socioculturales de la escrituración del ayuuk— constituye una aportación a la comprensión del fenómeno de apropiación de la escritura por las poblaciones originarias de tradición oral.

Ana Sagi-Vela González
Docente de lengua española en la Universidad Estatal de Milán-Bicocca y doctoranda en Historia y Arqueología en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid con un proyecto de tesis sobre las implicaciones de la alfabetización en lengua ayuuk en las comunidades mixes de México.

Para más información sobre este estudio, les invitamos a leer el artículo “El mixe escrito y el espejismo del buen alfabeto”, publicado en el número 71 de la Revista de Llengua i Dret, Journal of Language and Law.

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