
Una especie de inercia nos empuja a pensar que la lengua es un elemento al margen de los debates sobre género y feminismo. Así, si alguien piensa en modos de acabar con las desigualdades de género o desterrar estereotipos de género, es probable que la atención a la lengua no figure entre las prioridades. Igualmente, en contextos en los que existe una lengua minorizada no es habitual que el activismo (socio)lingüístico busque colaboración con el feminismo. De hecho, si quienes firmamos este texto, hablantes de euskara e investigadoras interesadas en su proceso de revitalización, tuviéramos que contar los foros en los que –en los últimos cuarenta años– lengua (euskara) y feminismo han ocupado el centro de la reflexión, es probable que no necesitáramos más que los dedos de una mano. Pero las ausencias no tienen por qué ser sinónimo de falta de relevancia, es más, pueden ser un indicador de todo lo contrario. No en vano, el conocimiento feminista tiene ya una larga experiencia desentrañando silencios e invisibilidades.
Las jornadas “Jakintzak, hizkuntza eta feminismoa” (…) fueron diseñadas para dar cuenta de la complejidad y la riqueza que el encuentro de estos dos ámbitos (lengua y feminismo) ofrece de cara al análisis de fenómenos sociales, y para poner en diálogo contextos sociolingüísticos, perspectivas y proyectos de investigación diferentes.
Las jornadas “Jakintzak, hizkuntza eta feminismoa” [Saberes, lengua y feminismo] celebradas en Donostia-San Sebastián los pasados días 17 y 18 de enero parten precisamente de una sensación de vacío con relación a dos aspectos. Por una parte, en nuestro entorno próximo, el conocimiento feminista y el asociado a la sociolingüística o la antropología de la lengua (disciplinas en las que nos movemos) son dos mundos, hasta hoy, ajenos. Por otra parte, echamos en falta una red que ayude a poner en conversación cuestiones que se están trabajando desde la (socio)lingüística feminista en distintos contextos. Sensibilizadas con estas carencias, las jornadas fueron diseñadas, por una parte, para dar cuenta de la complejidad y la riqueza que el encuentro de estos dos ámbitos (lengua y feminismo) ofrece de cara al análisis de fenómenos sociales, y, por otro lado, para poner en diálogo contextos sociolingüísticos, perspectivas y proyectos de investigación diferentes. El grupo de investigación en antropología feminista AFIT financió y organizó el evento, contando con la colaboración de diversas personas integrantes del proyecto EquiLing.
En lo concreto, las jornadas se articularon en dos sesiones. La primera de ellas nos convocó bajo el epígrafe “Lenguaje, subalternidad y lingüística feminista” y contó con la participación de Teresa Moure, lingüista y directora del Centro Interdisciplinario de Investigacións Feministas e de Estudos de Xénero (CIFEX/USC), y Victoria Furtado, también lingüista de la Universidad de la República (Uruguay), actualmente doctoranda en The City University of New York (CUNY).
La portada del libro Lingüística se escribe con A escrito por Moure (…) señalaba: “Como todas las disciplinas académicas, la lingüística ha sido ciega al género”.
La portada del libro Lingüística se escribe con A escrito por Moure se proyectaba sobre la pantalla de la sala al tiempo que su autora señalaba: “Como todas las disciplinas académicas, la lingüística ha sido ciega al género”. De hecho, añadía: “Las alternativas al masculino entendido como universal tienen, todavía hoy, que enfrentar un prescriptivismo rancio, envuelto en ejercicios de poder y opresión”. A partir de aquí, Moure propone un viaje al pasado de la disciplina para destacar que, aunque la lingüística estructural –paradigma de otras ciencias sociales– nace en 1916, cuando en occidente las mujeres ya tienen acceso a la universidad, y sea una especialidad feminizada, los manuales no registran referentes femeninos, ni siquiera en las escuelas contemporáneas. Aunque con el tiempo distintas reivindicaciones vengan revalorizando las aportaciones femeninas, e incluso rescatando a pioneras de los diferentes ámbitos del saber, puede demostrarse, asegura Moure, que el conjunto de los saberes (lingüísticos) apenas ha permitido la entrada de sujetos con perfiles diferentes del modelo canónico de científico (varón). Por ello, sería necesaria una revisión crítica que analizase detenidamente si se ha estado practicando una exclusión deliberada de puntos de vista divergentes. Es más, Moure asegura que “los sujetos poco focales (mujeres y otros géneros, al igual que pueblos indígenas, universidades marginales o lenguas minorizadas) han sido confinados a los márgenes de la disciplina, de manera que los temas que han tratado se catalogan como periféricos, secundarios o menores”. En este sentido, la perspectiva de género no sería mera ideología, sino la corrección de distintos sesgos metodológicos que se han venido practicando.
Furtado insiste en la necesidad de promover un tercer movimiento: “pasando desde la noción de género hacia la de feminismos como categoría central de nuestro quehacer en relación con el lenguaje”.
Tirando de esta idea, Victoria Furtado plantea ir un paso más allá. Dejando atrás la noción de género, categoría de análisis presente en la lingüística desde los años setenta, Furtado insiste en la necesidad de promover un tercer movimiento: “pasando desde la noción de género hacia la de feminismos como categoría central de nuestro quehacer en relación con el lenguaje”. Esto implicaría adoptar un posicionamiento que se exprese no solo en los temas que trabajamos, sino también en los modos en que producimos conocimiento y construimos comunidades académicas. Pero, según Furtado, este giro hacia una lingüística feminista sería, sobre todo, una invitación a plantear las formas colectivas de resistencia y producción de autonomía como objeto de estudio y centro de las investigaciones. Con este propósito, Furtado compartió reflexiones, experiencias y ejemplos de investigaciones ilustrativas de cómo los movimientos feministas contemporáneos, en diálogo con otras luchas sociales de América Latina, son espacios de producción de sentidos y acciones políticas sobre el lenguaje.
La segunda jornada albergó una mesa redonda organizada bajo el título “Procesos de revitalización y márgenes lingüísticos”, en la cual participaron ponentes provenientes del País Vasco y Galicia: Jaime Altuna –profesor e investigador de la UPV/EHU y parte del grupo de investigación AFIT–, Idurre Eskisabel –secretaria general de Euskalgintzaren Kontseilua– y Daniel Amarelo –doctorande en la UOC.
La temática abordada hacía referencia a la lengua, sus procesos de revitalización y sus márgenes y se estructuró en torno a tres preguntas. Desde el punto de vista lingüístico, la mesa en sí misma podría considerarse un experimento. La moderadora Onintza Legorburu, Jaime Altuna e Idurre Eskisabel intervinieron en euskera y el público no vascoparlante pudo seguir la misma a través del servicio de traducción simultánea. Por su parte, Daniel Amarelo intervino en gallego y el público, que en su totalidad comprendía el castellano, atendió a la misma sin tener que hacer uso de ningún servicio de traducción.
[En la mesa redonda] se habló de la dinamicidad de los centros y las periferias; de las aristas y centros que se construyen en ellas, destacando la necesidad de entender los (supuestos) márgenes y centros como entes cambiantes que operan en el marco de las relaciones de poder.
La primera pregunta hizo alusión al propio título de la mesa, interpelando a las y los ponentes sobre si existen márgenes en las lenguas y lenguas en los márgenes y, en concreto, qué tipo de periferias existen en el caso de las lenguas minoritarias. Al hilo de estas cuestiones se habló de la dinamicidad de los centros y las periferias; de las aristas y centros que se construyen en ellas, destacando la necesidad de entender los (supuestos) márgenes y centros como entes cambiantes que operan en el marco de las relaciones de poder. Además, se cuestionó la dicotomía que enfrenta centro y periferia y, con relación a esta idea, se habló de cómo la creación de periferias estancas puede contribuir a fortalecer su construcción desde el determinismo y los estereotipos.
La segunda pregunta hizo referencia a la necesidad de repensar los centros y en concreto los denominados centros imaginarios. Se mencionó que muchas veces generamos centros que en realidad no existen, y cómo, siendo hablantes de lenguas minorizadas, podemos ser ubicadas en el centro, sin cuestionar realmente el mismo, o ignorando los privilegios que éste puede ofrecernos. Para ejemplificar esta situación, se habló sobre el uso de las lenguas minoritarias en el congreso español y cómo este hecho nos coloca en un centro imaginario.
En la parte final de la mesa redonda se reflexionó en torno a posibles elementos útiles –teórica, conceptual o metodológicamente– para el análisis y la reflexión. En este sentido, Daniel Amarelo realizó una interesante aportación, planteando la utilidad de algunas nociones propias de la teoría feminista para explicar la realidad sociolingüística. Así, habló de una posible equivalencia entre el término neofalante y el sujeto trans, o de términos tales como norma, performatividad, travestismo lingüístico… Conceptos derivados de la teoría feminista y que permiten una apertura desde la sociolingüística a escenarios sumamente interesantes.
A lo largo de las dos jornadas quedó patente que la antropología lingüística y la sociolingüística pueden aportar mucho al feminismo y viceversa.
A lo largo de las dos jornadas quedó patente que la antropología lingüística y la sociolingüística pueden aportar mucho al feminismo y viceversa. Y aunque la construcción de cada categoría social tiene su lógica, y las lógicas o mecanismos para crear jerarquías son diferentes, tendríamos que esforzarnos por leer e interpretar la realidad desde la interseccionalidad. Al fin y al cabo, la lengua es, sobre todo, un “artefacto” complejo, y aunque en ocasiones resulta difícil explicar la cuestión lingüística, creemos que el pensamiento feminista ofrece pistas muy interesantes. Por ejemplo, teniendo en cuenta que la lengua está en el origen de distintas categorías sociales, resulta imprescindible incluirla en el estudio de la construcción de nociones como raza, género o clase, entre otras. A su vez, debemos tener presente que la lengua es también, más si cabe en el caso de las lenguas minorizadas, un elemento de opresión, y de resistencia.
Resulta fundamental, por tanto, seguir pensando la lengua y el feminismo entre todas y todos para que continúen retroalimentándose, se mantenga el diálogo, circulen reflexiones y se afiancen los puentes entre ambas.
Onintza Legorburu Larrea
EMUN
Jone M. Hernández García
Grupo de Investigación en Antropología Feminista AFIT (Antropologia Feminista Ikerketa Taldea) de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
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